Un amor a primera vista: mi yoga y yo

bolivia-2209804_1920Hoy es lunes y ha sido un lunes de estrés en el trabajo. Un estrés que años atrás no hubiera sabido como gestionar y, sin embargo, hoy puedo decir que no me abruma como antaño. Y si esto es así, en gran parte, es gracias a mi gran amor: el yoga. Yoga que yo entiendo como un camino espiritual que no tiene una meta fija. Es un viaje hacia a mí misma, donde con cada asana o posición conozco una parte de mí que antes desconocía completamente. Cada límite de mi mente que supero me conduce a superar un límite de mi cuerpo y, gracias a esta superación, la seguridad y confianza en mí misma se fortalece.

Un lunes como hoy, de gran estrés, hace ya cuatro años salí del que entonces era mi lugar de trabajo y, con la adrenalina al máximo nivel, me encaminé hacia un estudio de yoga por primera vez en mi vida. La atracción por esta maravillosa disciplina había nacido mucho antes, pero nunca me había decidido a frecuentar un curso y solo me había atrevido con algunas sesiones de práctica en casa sin grandes resultados.

Con una compañera que amablemente se había informado de un curso en un estudio cercano al lugar de trabajo, me encaminé con la cabeza que me explotaba de lo estrés, los músculos de la espalda engarrotados, los nervios a flor de piel por la dura jornada que acababa de terminar; pero con la esperanza de que esa primera lección de prueba significaría un antes y un después. Y así fue exactamente.

Con la consueta torpeza de quien se posiciona por primera vez en una esterilla de yoga, conseguí acabar la primera lección con la convicción de que no sería la última. Cómplice de este amor a primera vista con el yoga fue la magistral lección de mi primera maestra, Marina Musolino. A ella agradeceré siempre mi iniciación en este fascinante mundo, del que el yoga es solo una mágica puerta.

Recuerdo aún la sensación de paz y relax, aun con los músculos cansados por la intensidad de la práctica, que sentí al subir en el coche tras acabar la lección. Y simplemente pensé: hoy ha sido el primer capítulo de una gran aventura.

Hoy en día sigo practicando yoga. A veces en estudios y cursos estructurados, otras veces en casa a mi propio ritmo. He conocido distintos estilos y aprecio todo lo que cada uno de esos estilos me ha aportado: Hatha yoga, Vinyasa Flow, Hot Yoga. Cada día me esfuerzo por conocer y superar mis propios límites en ese espacio reducido que es una esterilla de yoga y trasladar a la vida diaria los descubrimientos que llegan a mí en una hora y poco más de práctica. El yoga no acaba cuando enrollas la esterilla.

El yoga para mí es una como una relación amorosa en un cierto sentido.  Mi práctica y yo, como en una cita a ciegas de dos que están a punto de entregarse la vida. Mi práctica y yo: como dos enamorados que nunca acaban de conocerse, que siempre se quedan con ganas de un abrazo más, aún más estrecho, aún más fuerte.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Web construida con WordPress.com.

Subir ↑