
Cada encuentro marca un antes y un después.
Y tras un instante que perdurará eternamente, quedarán abrazos sin apretar,
palabras sin pronunciar, besos prisioneros en un corazón alienado por la razón.
Y pasados los años, al recordar ese encuentro, imaginarás una y otra vez cómo hubiera sido ese momento en el que dos almas errantes cruzaron sus miradas, si no hubieras cargado con el peso de las cadenas del qué dirán, del qué sucedería después. Cómo hubiera sido si simplemente hubieses dejado actuar a tu alma pura, dando voz a un deseo durante mucho tiempo negado.
(Foto: Pixabay.com)
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